martes, 21 de octubre de 2008

LA SENSACIÓN DE ÓRGANO


Por Lic. Fernando Bruschi

Este es un concepto desarrollado por Wilhelm Reich, con el cual procuraba describir algo que proviene de la experiencia clínica: se trata de una forma inmediata de percibir y de conocer el mundo, propia de los seres vivos, que se da en forma natural, pero en general se encuentra obstaculizada en los seres humanos. Esta forma de sentir se produce cuando un sistema energético se relaciona con otros, y se basa en que no existe una separación neta entre estos sistemas. Esto sucede tanto en los organismos unicelulares como en los animales más complejos. Para comprender qué entendemos por sensación de órgano, primero debemos adentrarnos en otro concepto, que es el de pulsación.

LA PULSACIÓN VITAL

La capacidad de pulsación caracteriza a los seres vivos en todos los niveles de organización, desde los más simples a los más complejos. Esto es una propiedad de la materia viva, pero puede extenderse también a la comprensión de los fenómenos socioculturales. Una de las condiciones propias de los seres vivos es lo que podríamos llamar ritmo biológico. Se trata de ciclos de funciones básicas contrapuestas, cuya alternancia armónica es un criterio fiable de salud, no sólo biológica, sino también emocional.

La naturaleza tiene un comportamiento pulsátil, en el que alternan procesos de expansión y contracción. Esto es observable a diferentes escalas, desde lo más pequeño hasta lo infinitamente grande. La materia viva pulsa de una manera particular, y se organiza de acuerdo a este principio para desarrollar las funciones de intercambio con el medio. En el reino vegetal, por ejemplo, vemos que en verano las especies abundan en colores, aumentan de tamaño, desarrollan más follaje, es decir, podemos ver que estos seres vegetales tienen más carga energética, y en invierno se restringen sus procesos vitales: el metabolismo es más lento, algunas especies pierden hojas, etc. Los seres vivos reciben la energía del ambiente, y una vez que ésta ha circulado por sus sistemas la devuelven al mismo, en un intercambio permanente. En los seres humanos, además de recibir las influencias naturales, la pulsación es regulada y condicionada socialmente; muchas veces algunos procesos se hipertrofian, mientras que se restringen otros, y esto produce modificaciones sustanciales en el funcionamiento de los organismos. Estas modificaciones funcionales terminan produciendo a la larga cambios estables en la morfología y la sustancia de los tejidos.

Algunos ejemplos de pulsación son los pares sístole – diástole, inspiración – espiración, sueño – vigilia, hambre – saciedad, etc. La materia vital pulsa, incluyendo por supuesto al ser humano, y hasta sus órganos más duros, como los huesos. Por supuesto, la expansión y la contracción de los pulmones y el corazón es más notoria que la de los huesos, pero también estos últimos pulsan.

El sistema nervioso autónomo (S. N. A.) es el encargado de la mayoría de los procesos de pulsación en el organismo de los mamíferos y otros animales, como las aves. Este sistema inerva la musculatura involuntaria de las vísceras y las glándulas endocrinas. Se divide en dos ramas, de localización anatómica y funciones diferentes, el simpático y el parasimpático. El sistema nervioso simpático se encarga de la mayoría de los procesos de contracción, y el parasimpático de la mayoría de los de expansión. Esto tiene una relación directa con la vida emocional: el simpático está implicado en los procesos de estrés, de retraimiento, en los cuales hay una dirección energética de retirada de la periferia del organismo hacia los órganos internos; esto se da cuando hay emociones como el miedo, cuyos efectos de retracción energética se ven por ejemplo en la palidez cutánea y un aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, aumento de la peristalsis intestinal, de la secreción de jugos gástricos (carga de los órganos). El parasimpático, en cambio, actúa en sentido inverso, en una dirección expansiva, desde el centro a la superficie. Esto otorga un funcionamiento divergente y antitético del Yo hacia el mundo y del mundo al Yo, regulado de acuerdo a la función de pulsación del biosistema.

Entre esta regulación del S. N. A. y la musculatura esquelética existe una serie de mediadores químicos, las hormonas, de tal manera que la musculatura esquelética responde también, indirectamente, a la acción del S. N. A.

El movimiento en el ser humano es pulsátil: se alternan procesos de expansión y contracción. Podemos entender una contractura muscular como un proceso de detención del movimiento en uno de los extremos de la pulsación (contracción), sin poder llegar al otro extremo (expansión).

El par placer – angustia está ligado a los fenómenos de expansión y contracción: la angustia es un fenómeno de contracción, y el placer de expansión; sin embargo, hay que tener en cuenta, en la globalidad del proceso de pulsación, que resulta tan displacentera una dirección crónica hacia la contracción como una tendencia mantenida a la dispersión – expansión. Cuando la pulsación energética se encuentra detenida en alguno de los polos (expansión o contracción), nos encontramos con lo que Reich describió como acorazamiento.

EL CONCEPTO DE CORAZA

Lo que Reich describió como “coraza” o “acorazamiento” es en los seres humanos una estructura defensiva, una forma de funcionamiento de los órganos que limita la plasticidad (el movimiento) del organismo; cuando los fenómenos naturales de expansión y contracción no son tolerados por el yo, o están limitados por el entorno. La conformación de la coraza sucede fundamentalmente durante la infancia, y en la adultez se cronifica. Impone una forma típica de funcionamiento, un metabolismo energético típico del organismo. Por ejemplo, cuando se inhibe socialmente la curiosidad innata de un niño (que es una actitud de expansión, de dirección energética hacia el entorno), existe una emoción de miedo, que inhibe esta expansión y promueve la dirección contraria (el niño se repliega sobre sí mismo). Si esto sucede sólo algunas veces, el niño va a seguir intentando desplegar su impulso de curiosear, pero si el entorno se sigue oponiendo a este impulso, el niño termina adoptando una pauta de conducta tímida, lo que lo va a caracterizar en el futuro: el acorazamiento va a inhibir las reacciones musculares de ir hacia los objetos, se va a generalizar una forma tímida de mirar, de hablar, de caminar, etc. Este es un ejemplo de acorazamiento, presentado de una forma algo esquemática. Es una forma de defenderse “congelando” la pulsación, como resultado de la inhibición social de los impulsos naturales. Lo importante es que se produce una serie de reacciones biológicas específicas ante la represión cultural de los impulsos. Esto va dando lugar a formas determinadas de estar en el mundo, y a la larga a toda una serie de trastornos orgánicos que pueden llegar a transformarse en enfermedades.

LA SENSACIÓN DE ÓRGANO

Reich decía que el ser vivo no acorazado tiene una sensación de sí mismo y del mundo circundante que se distingue esencialmente de la del acorazado. Esta estructura defensiva que es la coraza sirve a la persona para protegerse de las críticas y los castigos que le impondría el entorno si diera rienda suelta a sus impulsos tal y como vienen. El precio es una importante limitación de su plasticidad natural, que restringe incluso su capacidad de percibir el entorno. Hay un dicho popular muy conocido que dice: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Por ejemplo, una persona asustadiza o enojadiza se pasa todo el tiempo viendo enemigos donde probablemente no los haya; su aparato sensorial está “entrenado” para detectar peligros, y nunca o casi nunca puede percibir “pacíficamente”. Seguramente su capacidad de sentir placer en el contacto con otro estará por este motivo también muy restringida. Muchas veces se da un grado de distorsión de los sentidos; por ejemplo, se pueden generar emocionalmente patologías oculares, dificultades de reconocimiento auditivo; también hay gente muy insensible o hipersensible a nivel cutáneo (algo que nos interesa especialmente en el masaje), etc.

Decía Reich: “No podemos acceder a la comprensión de la naturaleza en nosotros y a nuestro alrededor más que por nuestras impresiones sensoriales. Las impresiones sensoriales son en el fondo sensaciones, luego las sensaciones son esencialmente “sensaciones de órgano”; dicho de otro modo, exploramos el mundo circundante gracias a los movimientos de órgano (movimientos plasmáticos). Nuestras emociones son las respuestas a las impresiones que recibimos del mundo que nos rodea, tanto en la percepción como en la autopercepción; impresiones sensoriales y emociones constituyen una unidad funcional”. Es decir que la capacidad de percibir la realidad depende de nuestro estado emocional.

Esto con respecto a los órganos sensoriales. Reich describía también un fenómeno de resonancia que tiene el organismo ante las manifestaciones energéticas de otros organismos, algo que comúnmente se adscribe a la intuición, a una percepción inmediata que no pasa mucho por la razón; nuestro cuerpo reacciona emocionalmente a las emociones del otro, y así lo conoce. Resulta fundamental para comprender este fenómeno el hecho de que no existe una clara distinción entre dos sistemas energéticos que se relacionan. Todos los sistemas energéticos generan un campo radiante que afecta el entorno, y se encuentran de este modo interconectados.

Así es posible describir los “fenómenos de campo energético”, que es lo que vamos a intentar desarrollar en el curso, como guía para la práctica del masaje: nuestra eficacia en la práctica va a depender de la sensibilidad que podamos lograr ante el campo energético de quien viene a consultarnos. La sensación de órgano está relacionada con la posibilidad de establecer un contacto energético directo e inalterado con el otro. Nuestra manera de sentir configura nuestra percepción y nuestras actitudes y respuestas ante el mundo. Habida cuenta de que casi todos nosotros tenemos algún tipo de acorazamiento que altera nuestra percepción de la realidad, es posible desarrollar aun algunas actitudes que permitan descontaminar parcialmente el campo de la percepción, y lograr así un mejor contacto con el paciente.

BIBLIOGRAFÍA:

Fernando Bruschi: “El miedo y su relación con el poder”, en “Educación y Derechos Humanos”, Nº 45, revista del Servicio Paz y Justicia, diciembre 2003.

María Montero Ríos – Manuel Redón: “Contacto vegetativo y sensación de órgano”, en “Energía, Carácter y Sociedad”, vol. 9 (1), págs. 3 – 10, revista de la Escuela Española de Terapia Reichiana, Madrid, 1991.

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