lunes, 18 de abril de 2011

La historia reinterpretada: Una respuesta al Informe Mundial sobre las Drogas 2008

Fuente: Transnattional Institute. [Sitio en internet] Disponible en: http://www.tni.org/detail_page.phtml?lang=sp&act_id=18463 Consultado el: 30 de octubre de 2008

La historia reinterpretada: Una respuesta al Informe Mundial sobre las Drogas 2008
Informe sobre política de drogas N o 26, junio 2008
El Informe Mundial sobre las Drogas 2008 de la ONU intenta ocultar los fracasos de las políticas de fiscalización de estupefacientes con una mala lección de historia. En lugar de reconocer claramente que, diez años después, los objetivos de la UNGASS no se han cumplido, decide ofrecer un relato de cien años de éxitos, inventándose comparaciones entre la producción actual de opio con su producción y consumo en la China de principios del siglo XX.
Puntos clave
* Los objetivos de la UNGASS de 1998 sobre la reducción del cultivo de opio y coca no se han cumplido. En los últimos diez años, la producción mundial de opio se ha doblado, y la de cocaína ha aumentado un 20%.
* El IMD utiliza una falsa lógica para inventarse comparaciones con unos niveles de producción más elevados hace un siglo, y las cifras utilizadas en el informe son polémicas.
* China no tenía ‘decenas de millones de adictos al opio’. El consumo de opio en China era predominantemente moderado y relativamente no problemático, a menudo con fines terapéuticos.
* Los primeros acuerdos internacionales de fiscalización de estupefacientes ayudaron a reducir la producción y el comercio legales; las actuales convenciones de la ONU no han frenado el mercado ilícito.
* Es un misterio cómo una comparación entre las 1.000 toneladas de cocaína producidas ahora para un mercado ilícito y las 15 toneladas que se producían lícitamente antes de que la cocaína estuviera sujeta a fiscalización internacional se puede presentar como un éxito.
* El marco punitivo de tolerancia cero que sustituyó a los primeros modelos de carácter normativo se ha traducido en las consecuencias indeseadas mencionadas en el IMD.
* El régimen prohibicionista ha derivado en la oferta limitada de fármacos básicos.
* El actual enfoque de la fiscalización de estupefacientes ha fracasado. En lugar de perseguir objetivos poco realistas, es necesario adoptar un enfoque más racional, pragmático y humano.
* Las propuestas del IMD para conseguir que el sistema ‘se adecue a su fin’, centrándose en la prevención del delito, la reducción del daño y los derechos humanos son bienvenidas, pero exigirán acabar con la naturaleza punitiva de los tratados.
El mundo de nuestros días no está más cerca alcanzar los objetivos que la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGASS) sobre drogas, celebrada en 1998, se marcó para cumplir en un período de diez años: “eliminar o reducir considerablemente el cultivo ilícito del arbusto de coca, la planta de cannabis y la adormidera para el año 2008”. Al contrario, la producción mundial de opiáceos y cocaína ha aumentado notablemente durante la última década. Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), la producción global de opio ilícito se duplicó de las 4.346 toneladas en 1998 a las 8.800 toneladas en 2007. Este auge se debe principalmente al tremendo incremento de la producción de opio en Afganistán. Se calcula que la producción mundial de cocaína ha aumentado de 825 toneladas en 1998 a 994 en 2007, lo cual representaría un incremento del 20%.1
Diez años de fracaso
Durante la última década, el sistema de fiscalización internacional de drogas ha puesto su acento en la erradicación de cultivos ilícitos, antes de establecer medios de vida alternativos. Cientos de miles de campesinos se han visto condenados a la pobreza y privados de una vida digna. En varios países productores clave, la erradicación de cultivos ha exacerbado la violencia de los conflictos en lugar de contribuir a su resolución.
En 2007, Afganistán estaba produciendo unas 8.200 toneladas de opio, es decir, el 93% de la producción mundial. Estos niveles récord de producción han desembocado en actividades más agresivas para la erradicación forzosa de campos de opio. Además de provocar un inmenso sufrimiento a las comunidades locales, estas campañas han desempeñado un importante papel en la creciente inseguridad que se vive en el país.
En Colombia, toda una década de fumigación indiscriminada de las cosechas de coca no ha servido para reducir su cultivo, y ha desencadenado en cambio un círculo vicioso de destrucción humana, social y ecológica, desplazamientos y violaciones de los derechos humanos que ha alimentado en última instancia el largo conflicto civil del país.
La producción de opio en el Triángulo de Oro (Birmania, Tailandia y Laos) –en su día el principal productor del mundo– se ha reducido de las 1.435 toneladas métricas en 1998 a las 472 toneladas métricas en 2007, que equivaldría al 5% de la producción global. Pero los que están pagando el precio de esta tendencia son los campesinos del opio, que necesitan los ingresos conseguidos con esta planta para comprar alimentos y medicinas.