lunes, 8 de septiembre de 2008

AYAHUASCA: La liana de los sueños



(Extraído de Los Fármacos Malditos, Ed. Nordan, de Juan E. Fernández Romar)

En 1851, el explorador inglés Richard Spruce, que contaba con una buena formación en botánica, descubrió que los indios tukanos del Vaupés en Brasil, consumían con fines religiosos una liana a la que llamaban "caapi". Al estudiar la planta en cuestión, Spruce se percató de que se trataba de una especie de Banisteria que hasta ese momento no había sido clasificada. Incluso tomó muestras de la liana esperando poder realizar algún estudio químico que nunca se concretó. De hecho, el análisis de la planta debió esperar más de un siglo concretándose recién en 1969.

Ese análisis cualitativo y otros estudios posteriores permitieron identificar los alcaloides de la Banisteriopsis, los betacarbolinos: harmina, harmalina, y tetrahidro-harmina. Los bioquímicos también aportaron respuestas al por qué las culturas ayahuasqueras suelen complementar la preparación de su poción de liana con alguna otra planta.

Aunque hay una gran variedad de combinaciones posibles de plantas complementarias en la preparación, las aditivas más comunes son la Psychotrya viridis, anteriormente citada, y una planta malpighiacea Diplopterys cabrereana. El elemento común entre ambas es que las dos contienen triptaminas, sustancias psicoactivas al ser ingeridas oralmente.

Cuando cualquiera de estas plantas aditivas son mezcladas con la Banisteriopsis se potencia sensiblemente el efecto del preparado. Este hecho configura una auténtica proeza farmacológica dado que se trata de una combinación eficiente de plantas, que no crecen juntas, y que se integran a un ecosistema compuesto por más de 80.000 especies diferentes de vegetales.

No obstante, no todo es química en el mundo de los ayahuasqueros americanos. Algunos chamanes contemporáneos suelen incorporar a sus pócimas otros elementos que sólo cuentan con un determindado valor simbólico. Luis Eduardo Luna, suele comentar cómo se sorprendió al ver a un chamán colombiano que agregaba una pizca de ácido de una batería de auto a su preparación de ayahuasca con el fin de agregarle algo del "poder" de un vehículo motorizado. Pero volvamos a Spruce.

Nombres y taxonomías

En un viaje posterior por los Andes ecuatorianos, Spruce constató que los Záparos consumían una pócima extraña denominada "ayahuasca" elaborada de la misma forma que el "caapi" que había visto en Vaupés. Investigadores posteriores que descubrieron una gran variedad de denominaciones regionales para el mismo preparado.

La misma fórmula usada con fines similares puede ser encontrada tanto en el oeste y sudoeste amazónico de Bolivia, Colombia, Brasil, Ecuador, o Perú, como en la zona del Pacífico de Ecuador y Colombia. Sus nombres pueden variar mucho, siendo llamada ayahuasca en Perú y Ecuador; yajé o pindé en Colombia; caapi en Brasil y en algunas regiones de Colombia; natema (o natém) en ciertas zonas de Ecuador; o bien Santo Daime, en diversas zonas de Brasil, ya que se trata de la versión sacramental de una religión sincrética nacida en el estado del Acre (Brasil), que ha logrado extenderse dentro y fuera de fronteras, y que cobró forma doctrinaria a través de las enseñanzas de Raimundo Irineu Serra y Sebastián Mota de Melo.

Para los nativos del Amazonas existen diversas variedades de ayahuasca aunque el botánico occidental las encuentre indistinguibles entre sí. Las taxonomías indígenas difieren sustancialmente de las occidentales. Para ellos, una variedad no sólo se reconoce por la forma sino por su edad, su potencia psicoactiva, o por el lugar en que se encuentra, entre otras variables.

Prácticas oraculares y vómitos terapéuticos

La primera referencia édita sobre la ayahuasca o yajé apareció en 1858, en un texto ecuatoriano de geografía, en donde se citaba el uso de una droga preparada por los Záparo y otras tribus del río Napo con los más diversos fines. De acuerdo a ese informe escrito por un tal Villavicencio, los indios utilizaban esa sustancia para predecir oracularmente futuros sucesos, para tomar decisiones políticas adecuadas en casos de crisis o peligro, para lograr ciertos fines medicinales, para entablar amistad con otras tribus, o bien para ganarse el amor de una mujer.

La variedad de fines que los diferentes pueblos le otorgan a la intoxicación deliberada con ayahuasca, asombra; más teniendo en cuenta que nunca configura una situación plenamente placentera ni una instancia lúdica de divertimento.

Los efectos fisiólogicos más comunes de la ingestión de cualquier preparado en base a Banisteriopsis son nauseas, vómitos, y diarreas. Asimismo, el consumo de cualquiera de estas bebidas origina habitualmente una serie de vivencias de gran dramatismo debido a la emergencia de torrenciales contenidos inconscientes.

Incluso hay pueblos como los shuar, integrantes de la gran familia jibaroana (conocidos vulgarmente como jíbaros) que consumen con gran frecuencia natém en un ambiente familiar como práctica higiénica, procurándose así un vómito terapéutico.

El cabeza de familia suele preparar de madrugada una gran ración de ayahuasca muy diluida y sin plantas aditivas que es distribuida entre todos los integrantes de la familia para organizar una gran sesión familiar de vómitos. De esta forma se preparan para afrontar con el mejor ánimo posible y con la mejor disposición física un día especial. Asimismo la usan para resolver conflictos familiares.

Cuando se presentan tensiones intrafamiliares de particular intensidad y difícil desenlace, la práctica del vómito colectivo configura una solución y no un castigo.

El retorno al útero primigenio

Los shuar, ese pueblo cazador-recolector que habita el bosque húmedo de la amazonia ecuatoriana, es uno de los pueblos que más consumen sustancias enteógenas. Tradicionalmente, los shuar suministran a sus recién nacidos ayahuasca para que desde la cuna aprendan a distinguir entre el engañoso mundo irreal de la materialidad y el auténtico mundo de las visiones.

Más tarde las madres volverán a suministrar otro enteógeno a sus bebés de siete meses para estimular el desarrollo y ayudarlos a aprender a caminar.

En la etapa de la prepubertad, los niños son invitados por el patriarca de su familia un ritual que incluye el consumo de algún enteógeno para que de esta forma -mediante las visiones inducidas por la sustancia en cuestión- el chico intente vislumbrar su destino, su suerte en la vida.

Con respecto a los contenidos de las visiones inducidas por la ayahuasca hay tantas versiones como culturas. Según el antropólogo Luna, la experiencia visionaria con la ayahuasca es una forma de confirmar los mitos culturales, experimentándolos con un realismo inédito. Por eso cada pueblo o grupo cultural suele encontrar en la experiencia enteógena con ayahuasca revelaciones de sus figuras religiosas más destacadas.

Los tukano del río Vaupés de Colombia conciben la experiencia con ayahuasca como una experiencia de muerte y un retorno al gran útero original. "Los tukano creen que al estar dentro del útero están más allá de la Vía Láctea, el lugar del que vinieron sus antepasados en una canoa conducida por una serpiente anaconda acompañada de un hombre y una mujer, la planta de la tapioca, la planta de la coca y la planta caapi." (4)

Para los tukano como para los shuars la posibilidad de tener visiones depende de la necesidad real de orientación en la vida. Josep Fericgla se ha encargado de dejar bien claro este aspecto: "Si alguien consume natém sin ningún objeto vinculado a un menester serio o importante para él o ella, lo más probable es que no tenga visiones. A lo largo de mi experiencia he podido verificar que realmente sucedía algo en este sentido: en la campaña del verano de 1992 han participado un psiquiatra, un etnomusicólogo, una ayudante y yo mismo. Las veces en que alguno de nosotros ha consumido para probar o para que los demás le hiciéramos los electroencefalogramas como grupo autoexperimental, casi nunca han habido visiones. Contrariamente, cuando se ha planteado algún problema dentro de la campaña, o alguno de nosotros ha orientado su ingestión hacia algún tema que le requería realmente una decisión más o menos grave, han aparecido las visiones." (5)

De acuerdo con las crónicas de la mayoría de investigadores, las experiencias de vuelo aéreo bajo los efectos de la ayahuasca, esa percepción de estar sobrevolando el espacio, configura junto con la observación de figuras geométricas de gran complejidad y colores brillantes dos de los efectos psicodélicos más comunes a la ingestión de los preparados de Banisteriopsis. Esta experiencia de "vuelo chamánico"(6) es interpretada por los jíbaros y otros indios de Ecuador y Perú como la separación efectiva del alma, la cual emprende vuelo hacia la "morada de la muerte" en busca de sus antepasados fallecidos, con los que en ocasiones consigue establecer contacto.

Al terminar la experiencia, el retorno al estado ordinario de percepción es interpretado consecuentemente como el retorno del alma a su receptáculo de carne y hueso, luego de haberse internado en un universo de misterios y de haber participado de esos secretos.

Citas y bibliografía consultada:

1) El campo virgen en la investigación de las plantas psicoactivas de R.E. Schultes, correspondiente a la compilación Plantas, Chamanismo, y Estados de Consciencia realizada por Josep Ma. Fericgla, Ed. La liebre de marzo, Barcelona, 1994, pág. 73.

2) ¿Alucinógenos o adapatógenos inespecíficos? de J.M. Fericgla, correspondiente a la compilación Plantas, Chamanismo, y Estados de Consciencia realizada por Josep Ma. Fericgla, Ed. La liebre de marzo, Barcelona, 1994, pág. 244.

3) El término chamán proviene de los tungus de Siberia y puede según algunos investigadores estar relacionado con el término hindú samana, monje.

En 1951, Mircea Eliade publicó un libro que generó un gran impacto en diferentes ámbitos de la cultura: El chamanismo y las formas arcaicas del éxtasis. En éste demostraba que el chamanismo era un fenómeno de alcance universal.

Curiosamente, las prácticas chamanísticas chinas, japonesas, australianas, y las americanas revelan múltiples puntos de contacto, compartiendo muchas temáticas y prácticas.

El chamán suele actuar como intermediario entre diferentes niveles de realidad y como conductor de almas. Mediante ciertos rituales que pueden conllevar el consumo de sustancias psicotrópicas entra en trance para así poder "viajar al mundo celestial o bien al submundo subterráneo" donde persigue respuestas y mensajes para su pueblo.

En las prácticas siberianas, los chamanes dicen ascender a través de diferentes cielos para recibir mensajes del Creador supremo.

Estando en trance, los chamanes creen volar cubriendo grandes distancias y en ocasiones pueden caminar sobre el fuego sin quemarse.

Para ojos occidentales y urbanos, los chamanes configuran un mezcla de sacerdote, poeta, mago, y curandero.

Aunque los chamanes suelen ser varones, en algunas tribus ese rol puede ser desempeñado por mujeres. Entre los igorot de las montañas de Luzón, en las Filipinas, es posible encontrar mujeres-chamanes llamadas aniteras.

La vida religiosa de una comunidad se centra en su chamán como mediador entre ella y sus dioses, como escolta de las almas de los muertos, o bien como sanador de los vivos.

La paulatina complejización de las sociedades condujo a que las prácticas chamanísticas arcaicas se fragmentasen en una gran variedad de artes y oficios, siendo los chamanes reemplazados por herreros, magos, astrólogos, sacerdotes, poetas, filósofos, y curanderos.

Ayahuasca visions, de Luis E. Luna y Pablo Amaringo, Ed. North Atlantic Books, Berkeley, California, 1991.

Historia de las drogas de A. Escohotado, Ed. Alianza, Madrid, 1996.

El manjar de los dioses de Terence Mckenna, Ed. Paidós-Contextos, Buenos Aires, 1993.

Diccionario de la mente y el espíritu de Donald Watson, Emecé Editores, Buenos Aires, 1997.

Ayahuasca, de Alex P. de Alverga, Ed. Obelisco, Barcelona 1994.

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